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¡No hemos sido olvidados!

Pasadas estas cosas, sosegada ya la ira del rey Asuero, se acordó de Vasti y de lo que ella había hecho, y de la sentencia contra ella. Y dijeron los criados del rey, sus cortesanos: Busquen para el rey jóvenes vírgenes de buen parecer; y ponga el rey personas en todas las provincias de su reino, que lleven a todas las jóvenes vírgenes de buen parecer a Susa, residencia real, a la casa de las mujeres, al cuidado de Hegai eunuco del rey, guarda de las mujeres, y que les den sus atavíos; y la doncella que agrade a los ojos del rey, reine en lugar de Vasti. Esto agradó a los ojos del rey, y lo hizo así. Había en Susa residencia real un varón judío cuyo nombre era Mardoqueo hijo de Jair, hijo de Simei, hijo de Cis, del linaje de Benjamín; el cual había sido transportado de Jerusalén con los cautivos que fueron llevados con Jeconías rey de Judá, a quien hizo transportar Nabucodonosor rey de Babilonia. Y había criado a Hadasa, es decir, Ester, hija de su tío, porque era huérfana; y la joven era de hermosa figura y de buen parecer. Cuando su padre y su madre murieron, Mardoqueo la adoptó como hija suya. Ester 2:1-7

La presencia de Dios no es tan misteriosa como su ausencia.  Su voz no es tan elocuente como su silencio. ¿Quién de nosotros no ha anhelado recibir una palabra de Dios, buscado un destello de su poder, o suspirado por la seguridad de su presencia, sólo para sentir que Él parece estar ausente en ese momento? Que está distante. Que está distraído. Que quizás no tenga interés. Pero después nos damos cuenta de lo presente que estuvo todo ese tiempo.  
Aunque Dios puede parecer distante a veces y aunque es invisible para nosotros, Él siempre es invencible. Esta es la principal lección del libro de Ester. Aunque su nombre está ausente de las páginas de este especial libro de la historia judía, Dios está presente en cada escena y en la evolución de cada acontecimiento, hasta que finalmente trae todo a un maravilloso clímax al demostrar que Él es el Señor de su pueblo, los judíos.  Mardoqueo era descendiente de uno de los judíos exilados. Era un hombre temeroso de Dios y su papel más importante era su relación con Ester.  
Ester, que es el nombre persa de esta joven, significa “estrella”.  Este nombre parece acertado, ya que ella es verdaderamente la estrella del espectáculo, la heroína de la historia. La sabia, inmortal e invisible mano de Dios está actuando entre bastidores, oculta de los ojos humanos. Sólo un ser misericordioso y omnisciente habría puesto su mano sobre una huérfana olvidada, una pequeña niña que había perdido a su madre y padre, y que había quedado sola, siendo criada por su primo Mardoqueo.  
Aquí hay un hermoso mensaje para cualquiera que haya pasado alguna vez por angustias; para cualquiera que alguna vez haya sido golpeado por la vida; para cualquiera que haya sentido alguna vez que su pasado ha sido tan opaco, desordenado, que no hay manera en el mundo de que Dios pueda encontrarle una razón o significado. Vamos a aprender de Ester algunas lecciones inolvidables.  Aquí tenemos a una pequeña niña, huérfana y desamparada, que debió haber llorado amargamente la muerte de sus padres, pero años más tarde vendría a ser clave para la supervivencia de su pueblo, los judíos.  Dios y solamente Dios puede hacer tales cosas, Él en realidad, las hace, actuando de manera silenciosa e invisible detrás de los acontecimientos de la historia.  
Él también está trabajando calladamente en su vida, aunque a veces no lo percibamos.

Escrito por:   Charles R. Swindoll    Fecha de publicación  2/2/2011 10:36 AM
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