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Las lágrimas de Abraham - Seamos Obedientes

Fue la vida de Sara ciento veintisiete años; tantos fueron los años de la vida de Sara. Y murió Sara en Quiriat-arba, que es Hebrón, en la tierra de Canaán; y vino Abraham a hacer duelo por Sara, y a llorarla. Génesis 23:1, 2

Durante mi ministerio pastoral he oído a menudo cómo gente bien intencionada pero ignorante ha dicho a familiares o amigos dolientes: «¡Ahora no llores!» Ese no es un buen consejo, porque Dios nos creó con la capacidad de llorar; y El espera que lo hagamos. Aun Jesús lloró (Jn. 11:35). El dolerse es uno de los dones de Dios que ayudan a sanar corazones heridos cuando la muerte se ha llevado a seres amados. Pablo no dice a los cristianos tesalonicenses que no lloren; sino que les aconseja que no se entristezcan «como los otros que no tienen esperanza» (1 Ts. 4:13-18). El dolor del creyente debería ser diferente del que no conoce a Cristo.
Abraham amaba su esposa y su muerte fue una experiencia dolorosa para él. El mostró su amor y su tristeza mediante su llanto. Esta es la primera vez que se nos habla en la Biblia de alguien que llora, y las lágrimas no se van a terminar hasta que Dios nos las enjugue en la gloria (Ap. 21:4). Aunque él era un hombre de fe, Abraham no sintió que sus lágrimas fueran una manifestación de incredulidad. Sara murió en fe (He. 11:11, 13), de manera que Abraham sabía que ella estaba con el Señor. En el Antiguo Testamento se nos revela muy poco acerca de la vida después de la muerte; pero los hijos de Dios sabían que Dios los recibiría cuando murieran (Sal. 74:23).
El finado Vance Havner tuvo una esposa llamada Sara. Poco después de la muerte prematura de ella, me encontré yo con el doctor Havner en el Instituto Bíblico Moody, y compartí con él mis condolencias.
-Siento mucho que haya perdido a su esposa -le dije cuando nos encontramos en el comedor. Él se sonrió y me respondió:
-Hermano, cuando usted sabe dónde está su amado, usted no lo ha perdido.
Para el creyente, estar «ausente del cuerpo» significa «estar presente con el Señor» (Fil. 1:21-23; 2 Co. 5:1-8); de maneras que el creyente no enfrenta la muerte con temor. «Bienaventurados ... los muertos que mueren en el Señor ... descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen» (Ap. 14:13).
La muerte de los impíos aparece vívidamente descrita en Job 18, y es un cuadro terrible. Cuando el inicuo muere es como cuando se apaga una luz (18:5, 6), se atrapa un animal o pájaro (18:7-10), se captura a un criminal (18:11-14), o se desarraiga un árbol (18:15-21). Pero hay una gran diferencia cuando usted conoce a Cristo Jesús como su Salvador, porque posee en Él “la resurrección y la vida” (Jn. 11:25, 26; 2 Ti. 1:10). ¡Que esperanza bendita que tenemos por la Gracia de Dios!
Estudie más sobre la vida de este patriarca en los cursos de estudios de Libros de la Biblia y también en el ciclo de Personajes de la Biblia.

Escrito por:   W. Wiersbe - Seamos Obedientes    Fecha de publicación  10/12/2011 4:56 PM
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