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Genuinamente humilde - Ester

Entonces hallaron escrito que Mardoqueo había denunciado el complot de Bigtán y de Teres, dos eunucos del rey, de la guardia de la puerta, que habían procurado poner mano en el rey Asuero. Y dijo el rey: ¿Qué honra o qué distinción se hizo a Mardoqueo por esto? Y respondieron los servidores del rey, sus oficiales: Nada se ha hecho con él. Entonces dijo el rey: ¿Quién está en el patio? Y Amán había venido al patio exterior de la casa real, para hablarle al rey para que hiciese colgar a Mardoqueo en la horca que él le tenía preparada. Y los servidores del rey le respondieron: He aquí Amán está en el patio. Y el rey dijo: Que entre.
Entró, pues, Amán, y el rey le dijo: ¿Qué se hará al hombre cuya honra desea el rey? Y dijo Amán en su corazón: ¿A quién deseará el rey honrar más que a mí? Y respondió Amán al rey: Para el varón cuya honra desea el rey, traigan el vestido real de que el rey se viste, y el caballo en que el rey cabalga, y la corona real que está puesta en su cabeza; y den el vestido y el caballo en mano de alguno de los príncipes más nobles del rey, y vistan a aquel varón cuya honra desea el rey, y llévenlo en el caballo por la plaza de la ciudad, y pregonen delante de él: Así se hará al varón cuya honra desea el rey. Entonces el rey dijo a Amán: Date prisa, toma el vestido y el caballo, como tú has dicho, y hazlo así con el judío Mardoqueo, que se sienta a la puerta real; no omitas nada de todo lo que has dicho. Y Amán tomó el vestido y el caballo, y vistió a Mardoqueo, y lo condujo a caballo por la plaza de la ciudad, e hizo pregonar delante de él: Así se hará al varón cuya honra desea el rey. Después de esto Mardoqueo volvió a la puerta real, y Amán se dio prisa para irse a su casa, apesadumbrado y cubierta su cabeza. Ester 6:2-12.

Ha oído el dicho popular que dice: “El que la hace, la paga.” Este dicho popular nunca ha sido más cierto que en este caso. Amán estuvo haciendo de las suyas, y finalmente llegó el momento de la paga. Al estar sentado sobre ese caballo con vestiduras reales, Mardoqueo era el hombre más sorprendido de todo el reino. Esto es lo hermoso de la historia. Él no era un hombre orgulloso, no era vengativo, no estaba susurrando: “Dilo un poquito más alto; muérete de envidia, Amán.”  Según lo que está escrito aquí, Mardoqueo no dijo ni una sola palabra.
Creo que eso es lo aquello que más admiro en todo este episodio: el silencio de Mardoqueo. Son muy pocas las personas que pueden ser promovidas a un lugar de importancia muy visible, y no llenarse de orgullo, no anhelar ser el centro de la atención, o no exigir estar en primer plano. Las celebridades o autoridades afables y verdaderamente humildes son extremadamente raras. ¡Observe a los deportistas profesionales de hoy en día! ¡Qué inspirador (e inusual) es encontrar un Mardoqueo en el mundo moderno!
En efecto, lo siguiente que leemos es que “Mardoqueo volvió a la puerta real.”  Una breve frase, fácil de no notar. Pero, ¿no es maravillosa? Dice: “Mardoqueo volvió a la puerta real”, a su lugar, nadie lo obligó o hizo bajar.  ¿Y sabe porqué es importante esto? Porque allí es donde él había estado todo el tiempo. El honor que recibió no se le subió a la cabeza. Sencillamente, volvió una vez más a su mismo trabajo a su puesto y sin orgullo.
¿Ha sido usted ascendido recientemente? ¿Le ha sonreído la providencia de Dios, de modo que su nombre es ahora honrado en círculos donde una vez usted no era siquiera conocido? ¿Goza ahora de popularidad y prosperidad? ¿Es ahora estimado ante los ojos de los demás? Si es así, la pregunta verdadera es: ¿Se sigue sintiendo cómodo estando sentado en la puerta real, o que vivir ahora en el palacio? ¿Desea tener ahora un trato especial? ¿Debe ser tratado con muchas consideraciones y no ser molestado con los problemas cotidianos? Lo que hizo Mardoqueo fue encogerse de hombros, y decir: “Déjenme simplemente donde comenzó todo, en la puerta real.”  No importa que suceda con usted, recuerde “el sitio de donde fue sacado.”  Descubrirá que el mejor lugar de la tierra está muy cerca de sus raíces. Como nos lo recuerda una canción popular: “Miren lo lejos que tuve que venir para volver al lugar en donde comencé.”
Recordemos este ejemplo, este desafió para hoy y seamos como Mardoqueo genuinamente humildes.

Escrito por:   Charles R. Swindoll.    Fecha de publicación  4/18/2011 9:20 AM
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