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NUESTRO DIOS

“Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza y el poder, y en tu mano el hacer grande y dar el poder a todos” (1 Cr. 29:12).
Apurando los días que faltan para terminar el año, cada uno acumulará experiencias que se han producido a lo largo del tiempo transcurrido. A su vez miramos al futuro, humanamente hablando poco ilusionante, pero el versículo viene a nuestra ayuda alentando nuestros corazones.
El año ha sido marcado por la crisis. Muchos han perdido sus posesiones, otros han visto disminuir sus ingresos, algunos estarán reducidos a lo mínimo para la subsistencia. La vista al entorno y al futuro en la dimensión del hombre, no genera grandes esperanzas, sino todo lo contrario. El creyente ve adelante con seguridad porque en las manos de Dios están las riquezas y el poder. Pudiera ser que como decía el profeta la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, que falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento y las ovejas sean quietadas de la majada, y no haya vacas en los corrales… aún así podremos decir también: “Jehová el Señor es mi fortaleza” (Hab. 3.17, 19).
Otros podrán acercarse al próximo sumidos en inseguridad, pero el texto orienta nuestra atención hacia Dios, y la fe está segura de que Él domina sobre todo. No hay nada que escape a su control, nada que pueda detener su mano, nada que limite su soberanía. Él reina sobre los reyes de la tierra. La historia se desarrolla conforme a Su propósito y Él guarda la vida de sus santos. Con Pablo podemos decir: “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Ro. 8:31). Miro adelante y se que todos los cabellos de mi cabeza están contados y que ni un solo de ellos caerá a tierra sin que mi Padre lo consienta (Lc. 21:18).
Tal vez llegue al final del año cargado de debilidad. La salud quebrantada, las fuerzas agotadas, sin recursos para enfrentar el futuro con vigor. Pero, no debo estar en angustia porque puedo apoyarme en Dios y decirle: “En tu mano está la fuerza y el poder”. No tengo necesidad de contarle cual es mi estado y hasta donde llega mi debilidad, porque puedo decirle: “Tú lo sabes todo”. Los años van marcando huellas en mí. Siento el paso del tiempo; mis fuerzas agotadas ya no me dejan correr, sólo andar. Las hojas secas del árbol de mi vida han caído sobre el camino. Pero aún así tengo la seguridad que Su poder me dará nuevas fuerzas.
Acaso con el tiempo pase cada vez más desapercibido para otros. Es posible que a los ojos de los que me rodean no merezca ninguna consideración. Podré acaso ser menospreciado y es posible incluso que algunos se cansen de mí. Tal vez tenga que dejar el lugar donde he pasado tantos años, para enfrentare a otro que a penas conozco. Es posible que la tristeza esté haciendo mella en mi alma, pero el versículo me alienta y con sus palabras digo a Dios: “en tu mano está el hacer grande y el dar poder a todos”. El tiempo pasado afirma esta verdad. El futuro se abre delante de mí con segura esperanza. Sólo me queda acercarme a mi buen Dios y decirle: “Ahora, pues, Dios mío, alabo y bendigo tu glorioso nombre”.


Escrito por:   Pastor Samuel Pérez Millos    Fecha de publicación  12/16/2013 1:55 PM
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