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La Mente
En el momento en que una persona acepta a Jesucristo como Salvador personal se convierte en una nueva criatura (2 Co. 5: 17). La vida de Dios dentro de ella engendra una nueva naturaleza que permanece con la persona, junto a la vieja, por todo el tiempo de su existencia. Para poder experimentar la vida espiritual equilibrada y saludable conviene entender la presencia, la posición y la relación entre la nueva y la vieja creación dentro del creyente. Al reconocer esta capacidad doble en todo creyente individual, es importante también comprender que cada faceta de la personalidad cristiana puede tomar parte en las acciones que provengan de lo viejo y de lo nuevo.

La Mente
Las palabras que se emplean para mente en el Antiguo y en el Nuevo Testamento expresan una variedad de ideas. La Biblia no tiene palabra para cerebro, de manera que el concepto de mente no significa el órgano físico, sino las funciones variadas del intelecto, la volición y las emociones que van asociadas con la mente en las Escrituras.
Estas ideas incluyen la habilidad de pensar o de comprender, de juzgar, de sentir, de determinar; pensar críticamente; el proceso de la comprensión que nos lleva a un resultado. La mente misma parece ser neutral, porque su cualidad moral la determina la vieja o la nueva capacidad a la que viene sujeta.

La mente de la persona no salva
Las Escrituras no describen en términos aduladores la mente de la persona no salva. Es mala (Gn. 6:5); es reprobada (Rom. 1:28). Eso se debe a su rechazamiento de la luz de la revelación que Dios da a todos los hombres en la naturaleza (Ro. 1:18-21). En otras palabras, es la reprobación voluntaria llevada a cabo por el rechazamiento determinado del hombre de lo que podría saber acerca del poder de Dios por la revelación universal de Dios en la creación. El hombre no salvo a causa de la caída carece de la facultad crítica (Ro. 3: 11) cuando viene a entender las cosas de Dios. Esto no quiere decir que no tenga comprensión o inteligencia, pero sí quiere decir que su mente es entenebrecida y vana (Ef. 4:17, 18). En verdad se halla en guerra con Dios (Ro. 8:6, 7). Es impura (literalmente teñida de otro color, Tit. 1:15) y corrupta (1 Ti. 6:5). Todo se debe a que Satanás ha cegado la mente de la persona no regenerada «para que no les resplandezca la luz del Evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios» (2 Co. 4:4). Este es un versículo transcendental en cuanto al testimonio, porque nos recuerda que el hecho de que una persona se convierta y sea salva implica más que el convencerle de la verdad del Evangelio. Usted puede argumentar, persuadir, convencer y hacer que alguna persona llegue a un punto de acuerdo, pero a menos que se quite la ceguera satánica no habrá conversión. Y desde luego no habrá ser humano que tenga el poder de quitar esa venda del diablo sino Dios el Espíritu Santo. Los argumentos intelectuales tienen su propio lugar, y por cierto yo no estoy contra le presentación inteligente del Evangelio, pero hay que presentarlos con el poder del Espíritu antes que puedan ser efectivos para la salvación. Estas características bíblicas de la mente de la persona no salva no significan que sea incapaz de pensar bien o de actuar bien. En su misericordia hacia el hombre, Dios ha dotado a la humanidad ciertas mentes maravillosas que se han usado para el bien común. Estos son dones de su gracia común. Todos nosotros somos deudores a muchas personas no salvas que con sus mentes han procurado el avance de nuestra civilización contemporánea. Sin embargo, con todas esas cualidades que las mentes de los hombres puedan poseer, están todavía afligidas por las características indeseables que describe la Biblia, si bien no sean estas características tan evidentes en unos como en otros. Y no son evidentes en todos los sectores del pensamiento y de la vida. Pero se ven de modo particular cuando la persona no salva trata de aplicar su mente natural a la esfera de la religión, lo que, a su vez, naturalmente, afecta en cierto grado a todo el punto de vista suyo sobre la vida. Debe recordarse, además, que el cristiano puede escoger permitir que estas características de la mente vieja se dejen ver en su vida. Dios ha juzgado la antigua capacidad con su principio directivo, de modo que no necesitamos ser controlados por ella, pero no se ha extinguido del todo y podemos ser controlados por ella. Si la dejamos actuar, puede manifestarse como la mala y reprobada, carnal, irresponsable, oscurecida, vana, impura, corrompida y ciega mente que es.

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Escrito por:   Charles Ryrie – Equilibrio en la Vida Cristiana    Fecha de publicación  6/22/2017 11:32 AM
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