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La obra del creyente en la santificación - Segunda parte

La necesidad de equilibrio no es quizás más necesaria en ninguna parte que aquí. Estamos tan inclinados a torcer los énfasis, y en esta materia debemos reconocer que, aunque la santificación es obra de Dios, también es obra del creyente. Hay una clase de quietismo en ciertos sectores que elimina cualquier actividad del hombre como « de la carne». El lema de esta clase de enseñanza es « abandona y deja a Dios actuar». Es cierto, desde luego, que este énfasis es apropiado cuando concierne al asunto de la dedicación. Debemos dejar nuestros deseos y ambiciones y dejar a Dios hacer en nuestra vida. Pero en el asunto de la santificación progresiva hay una parte que el creyente desempeña y que definitivamente no debe abandonar. He aquí una declaración típica y errónea de tal énfasis:
"El hecho glorioso y grande es este, que, al darnos al Espíritu Santo, nos dio Dios todo cuanto necesitamos para la vida cristiana y para el servicio cristiano. No importa lo que yo sea o lo que no sea; no importa lo que pueda hacer o no pueda hacer, pues tengo todo, teniéndole a Él. Dios no nos ha sido dado para ayudarnos cuando estamos haciendo lo mejor que podemos; nos ha sido dado para hacerlo todo, porque por encima de lo mejor que nosotros podamos hacer, Dios ha escrito: « nada bueno»... La fe es quitarse del medio y dejarle a Él operar. La fe es « abandonarse  y dejar a Dios actuar»... La única « entrega» que Él nos pide es la entrega que consiente en dejar de hacer y deja que Él haga todo".
Si esto fuera verdad, entonces todo imperativo del Nuevo Testamento es un mandamiento hueco dirigido a la persona indebida. Pero no es el caso, puesto que las Escrituras sí dicen muy claramente que yo tengo que hacer ciertas cosas que son vitales en el proceso de la santificación. Si no, ¿cómo vamos a entender un versículo como este: « Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios» (2 Co. 7: 1). Y, desde luego, decenas de otras referencias nos mandan hacer cosas que forman parte del total proceso de santificación. Se manda a la persona hacer cosas como « huir de la idolatría» (1 Co. 10: 14), « huye de las pasiones juveniles, y sigue la justicia» (2 Ti. 2:22), « practica estas cosas» ( 1 Ti. 4: 15), « desecha las fábulas profanas y de viejas» ( 1 Ti. 4:7), y « sobrellevad los unos las cargas de los otros» (Gá. 6:2).


Escrito por:   C. Ryrie - Equilibrio en la Vida Cristiana    Fecha de publicación  3/22/2012 4:11 PM
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