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La Iglesia que necesitamos - Tercera Parte

Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones… Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo en las casas, comían juntos, con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo” (Hch. 1:42. 46, 17).
Los versículos del comienzo dan las principales condiciones que ocurrían en la iglesia cuando se produjo el avance imparable del evangelio. Esas son las “sendas antiguas” a las que debemos volver para ver la acción de Dios y su presencia poderosa entre nosotros.

Era una iglesia donde había perseverancia en el partimiento del pan.
El contexto sustenta la interpretación de que se trataba del cumplimiento de la ordenanza de la Cena del Señor. Era una de las ordenanzas que se practicaban asiduamente entre los cristianos de la iglesia primitiva. A lo largo de Hechos, se apreciará esto. El término partimiento del pan, aparece dentro de una secuencia de vida eclesial, donde se instruye a los creyentes, se practica la comunión y se parte el pan, acompañando a todo esto de oraciones. Aspectos propios, todos ellos, de una expresión cúltica. La institución de la ordenanza como proclamación de la obra salvífica realizada y de la esperanza en Su venida (1 Co. 11:23-26). Hay claros indicios de que la iglesia primitiva se reunía cada primer día de la semana para partir el pan (20:7).
En la celebración del culto cristiano y de la vida cristiana en general, las oraciones formaban parte vital. Se ha considerado esto ya antes (cf. 1:14). Se seguirá haciendo a medida que las muchas ocasiones en que se presenta a los cristianos orando vayan apareciendo. Baste resaltar aquí que la oración es el gran recurso del creyente y la Escritura exhorta continuamente a orar (1 Ts. 5:17). Esta es una de las mayores necesidades en la iglesia actual. La oración ha sido sustituida por la alabanza, en sentido mayoritariamente musical. Sin oración no hay vida victoriosa. Es una de las sendas antiguas que hemos de recuperar.
Las actividades de la Iglesia se manifiestan en el día a día, que es el sentido de la traducción literal y cada día. La primera manifestación de vivir cotidiano tiene que ver con la asiduidad a las reuniones de la congregación. Lucas dice que se reunían cada día en el templo. Llama la atención dos aspectos de las reuniones en el templo: eran masivas: “perseveraban”, luego la gran mayoría de los cristianos se reunían como congregación; eran diarias. Con el tiempo se debilitaría la espiritualidad en muchos creyentes y con ello la asistencia a las reuniones se vería mermada. Esa es la razón de la exhortación que hace el escritor de la Epístola a los Hebreos: “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre” (He. 10:25). En Jerusalén las reuniones eran diarias, mientras que en otros lugares como Troas se congregaban el domingo (20:7). No tiene importancia la periodicidad de las reuniones, pero sí lo tiene el hecho de reunirse los hermanos. La ausencia a la congregación impide el crecimiento espiritual de quienes no asisten habitualmente, al no estar bajo la influencia de la Palabra que se estudia y expone. En las reuniones de la iglesia se animan los creyentes por el estudio y aplicación de la Palabra, por el fervor del Espíritu y por el aliento que se comunican los hermanos entre sí, para ir adelante sin declinar en el testimonio y en la fe, a pesar de las dificultades. Un creyente espiritual, es decir, controlado por el Espíritu, asiste y persiste en las reuniones.
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Escrito por:   Pastor Samuel Pérez Millos    Fecha de publicación  5/16/2012 4:05 PM
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