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Siempre en su Amor

“Por lo cual estoy seguro que ni la muerte… nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Ro. 8:38-39).
En un momento de esta mañana vinieron a mi mente las palabras de una de las rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, en que dice: “¡Dios mío, que solos se quedan los muertos!”, expresando así el sentir general de que la muerte es la conclusión de todo. Esto produce temor en muchos. Por eso tomo el texto de Pablo para este devocional de aliento. En donde el apóstol afirma que la muerte no podrá separarnos del amor de Dios, de otro modo, aunque en ella aparentemente se va todo, no puede arrebatarnos esta bendición que tenemos en Cristo.
El texto afirma una seguridad absoluta: estoy seguro. A ella se llega por
convicción, como si dijera: estoy convencido de que nada podrá separarnos de amor de Dios. Los elementos adversos son muchos y todos ellos fuertes, pero ninguno tiene poder suficiente para separarnos de amor de Dios, que nos rodea y sustenta.
El primer elemento, en el texto de Pablo, es la muerte. La Biblia enseña sobre ella que es un estado de separación y que la muerte espiritual es la separación de Dios a causa del pecado. Sin embargo esto ha sido resuelto para el cristiano. El salvo descansa seguro y la muerte no tiene efectos de terror para él (He. 2:15). El que muere duerme en el Señor y tiene la firmeza de Su promesa: “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” (Jn. 11:25-26). La morada terrestre del creyente se deshace en la muerte física, pero tiene una eterna, provista por Dios (2 Co. 5:1). La muerte es la puerta que abre al creyente la experiencia definitiva del disfrute de la presencia plena de Jesús (Fil. 1:23). Su promesa nos llena de paz: “Os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros estéis conmigo” (Jn. 14:3). El futuro no tiene incógnitas para el creyente: “Y sabéis a donde voy, y sabéis el camino” (Jn. 14:4). Sabemos que nuestro Salvador está en los cielos, rodeado de honor y gloria. Pero, sabemos también como llegar a donde Él está: “Yo soy el camino… nadie viene al Padre sino por mí” (Jn. 14:6). ¡Que enorme bendición, sabemos que vamos a Su encuentro, para estar para siempre con Él!
Pero, todavía algo más: “Estoy seguro que la muerte no podrá apartarnos del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro”. El amor de Dios se ha manifestado al darnos a su Hijo, “Él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1 Jn. 4:10). Su amor es en Cristo, nos ama porque estamos en Aquel a quien llama su Amado, y ese amor se extiende a todos los que estamos en Él. Ciertamente la muerte no es grata, pero no puede mermar la consistencia de nuestra fe. El amor de Dios estará rodeándonos hasta el último suspiro de nuestra vida. En ese instante brillará pujante y la fe se afirmará en la certeza de que todo está bajo el control de quien nos ama con amor eterno. Y luego, al cerrar nuestros ojos aquí serán abiertos para siempre en Su presencia. Entonces sentiremos que Dios nos dice: Te amo. Y sabremos que la muerte no ha podido separarnos de Su amor.

Escrito por:   Pastor Samuel Pérez Millos    Fecha de publicación  8/13/2012 11:19 AM
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